Si yo
hablase las lenguas de todos los hombres
y aún la de los ángeles,
pero no tengo amor, no soy más que un metal
hueco que resuena o un platillo
discordante.
Y si hablase de parte de Dios,
entendiendo sus propósitos secretos,
y supiera todas las cosas,
si tuviera toda la fé necesaria para mover
los montes y montañas,
pero no tengo amor, no soy nada.
Si repartiese todos mis bienes entre los pobres
para entregarles todo lo que poseo,
y aún si entrego mi propio cuerpo
para ser quemado,
pero no tengo amor, de nada me sirve.
Tener amor es saber soportar;
es ser sufrido,
ser bondadoso;
es no tener envidia,
ni ser presumido,
ni orgulloso,
ni grosero,
ni egoísta,
ni jactancioso,
es no enojarse ni guardar rencor;
es no alegrarse de las injusticias...
sino de la verdad.
Tener amor es sufrirlo todo,
creerlo todo,
esperarlo todo,
soportarlo todo,
porque el amor todo lo sufre,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta.
El amor todo lo excusa,
todo lo cree,
todo lo tolera,
todo lo espera...
El amor, no acaba nunca
ni morirá jamás.
( San Pablo a los Corintios 13: 1-7 )
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